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Potenciar el interés del estudiante, la fuerza interna más poderosa

Al menos 500.000 adolescentes fuera de la escuela era el dato pre pandemia, el equivalente a 1.000 escuelas de 500 estudiantes cada una. ¿Cuánto habrá crecido esta cifra, ya alarmante? Para convocarlos hay que comprender por qué se fueron, más allá de la incidencia de las condiciones de vida. Hay pistas sobre los motivos. En la Encuesta Actividades Niños/as y Adolescentes (INDEC 2017) 41% señaló que la escuela era difícil o les costaba estudiar y un 25% indicó que su decisión fue por trabajo.

En las pruebas PISA 2018 se preguntó si la inteligencia es algo fijo, un don inmodificable, o si es una capacidad que puede incrementarse. Las respuestas de los alumnos se dividieron por mitades, y los resultados dan una tendencia firme: quienes creen que la inteligencia es algo dado, evidencian resultados en lectura, matemática y ciencias muy por debajo de quienes confían en que la inteligencia se expande. La historia escolar convenció a muchos que el éxito es para los “inteligentes”, que no tienen “cabeza para la matemática”, el inglés o lo que fuera. En este caso, ¿por qué querrían volver? ¿Qué puede ofrecer el sistema para que cada joven sienta que va a desplegarse en lo cognitivo, social, afectivo en su escuela? ¿Otra vez 12 materias para sobrevolar contenidos y olvidarlos tras las pruebas?

El interés por un tema es una fuerza interna poderosa: permite concentrarse, estudiar, explorar, escribir, reflexionar. Todo interés posibilita leer textos comprensivamente, usar nociones matemáticas, aplicar habilidades del pensamiento científico, desde la observación hasta la experimentación. En esto la tecnología puede ayudar mucho. Los y las estudiantes podrían tener guías para participar en proyectos elegidos desde su interés, realizando producciones auténticas y significativas, que brindan el orgullo del propio esfuerzo. Dedicar buen tiempo en la escuela a pensar a su proyecto de vida, desde sus intereses, explorando alternativas ocupacionales y formativas, junto con su grupo de pares y sus docentes, convoca a la indagación, la experimentación, la curiosidad, la reflexión; en fin, al incremento de la inteligencia. Esos aprendizajes se pueden evaluar y certificar; y al ser genuinos y personales serán duraderos.

Hay demandas por aumentar el PBI destinado a educación. ¿Qué parte de ese aumento reservaríamos para que los y las estudiantes puedan elegir -guiados por sus docentes- los libros, herramientas, recursos de aprendizaje para estudiar y aprender desde sus intereses? ¿Creemos lo suficiente en los y las adolescentes, para darles esta oportunidad?

 

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