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No perder tiempo, mejorar la escuela

Por Alieto Guadagni y Gisela Lima

 

 

La prolongada huelga docente de este año ha puesto la educación en el centro de la preocupación de nuestra sociedad, por eso es importante que ahora aprovechemos esta toma de conciencia colectiva para encarar una nueva política educativa. La realidad nos indica de una manera contundente que nuestra escuela no sólo no se destaca por su calidad educativa, sino que además ha dejado de ser socialmente integradora ya que año a año se acentúan las diferencias en el aprendizaje asociadas con el nivel socioeconómico de las familias; por eso se fueron del primer grado primario estatal uno de cada cinco alumnos entre el 2003 y el 2015. La reciente “Evaluación Nacional de Aprendizaje 2016” confirma esta tendencia que agudiza aceleradamente cada vez más la desigualdad entre nuestros niños según el nivel socioeconómico de sus padres.

No son pocas ni fáciles las vallas a superar para mejorar el nivel de conocimiento de los niños: comencemos por señalar que tenemos de hecho el calendario escolar más corto del mundo, especialmente para los niños de las escuelas estatales, recortado por feriados, huelgas y ausentismo. El ausentismo escolar medido por la Prueba PISA 2012, afecta en China al 6 % de los alumnos secundarios, en Chile al 8, en Perú al 16, en Brasil al 21 y en Argentina nada menos que al 59 %.

Un niño chileno, colombiano o cubano que terminó cuarto grado y está iniciando el quinto grado ya tuvo más horas de clase que un niño argentino que terminó el ciclo primario. Apenas 13 de cada 100 niños de escuelas estatales goza de los beneficios de la jornada escolar extendida; en el conurbano, donde se concentra la marginalidad excluyente, apenas 5 de cada 100 niños asiste a este tipo de escuela. Incumplimos las leyes educativas, ya que la ley de Financiamiento del año 2005 disponía que hacia el 2010 el 30 % de los alumnos primarios tenía que estar en escuelas de jornada escolar extendida. ¿Es problema de recursos financieros? No, es problema de prioridades mal planteadas; si no ¿cómo es posible que Chile que no es más rico que Argentina beneficia con este tipo de escolaridad a la casi totalidad de sus niños y nosotros apenas al 13%? Más horas de clase no aseguran automáticamente una mejor educación, pero pocas horas aseguran menos oportunidades para que los niños accedan a los conocimientos básicos en este complejo siglo XXI. No es justo que los niños humildes tengan menos posibilidades de aprender que los niños de familias con más recursos financieros.

En la prueba PISA del 2012 participaron 65 países y nosotros lideramos mundialmente el ausentismo de los alumnos. Esta prueba se concentró en Matemática (alumnos de 15 años). En China no sabía Matemática el 4 por ciento de los alumnos, en Corea el 9, en Japón el 11, el promedio mundial era de 23 %, pero entre nosotros esta ignorancia trepaba a nada menos que a 66 %, es decir 2 de cada 3 alumnos. Estas alertas son numerosas y reiteradas y no pueden seguir siendo ignoradas ni por las autoridades ni por nuestra sociedad. En el nivel primario, ocupábamos el segundo lugar en América latina en 1997, según las evaluaciones de UNESCO del tercer grado primario, pero en la última prueba (2013), ocupábamos apenas el noveno lugar.

Las naciones que han mejorado su educación prestaron preferente atención a la formación de sus docentes, ya que si bien es positivo tener más horas en la escuela, con esto no alcanza ya que debe ser reforzado con una mejor preparación de los docentes, que debería ser de nivel universitario.

Hay que lograr que los mejores estudiantes secundarios de hoy sean los docentes de mañana, como ocurre en los países que han hecho grandes avances en educación. En Finlandia, pueden ingresar a la carrera universitaria docente únicamente los estudiantes secundarios mejor preparados, ya que ingresan apenas diez de cada cien postulantes.

En Corea, esta exigencia es aún mayor ya que ingresan apenas cinco. En Ecuador, el presidente Correa implantó el examen general de graduación secundaria obligatorio para poder ingresar a la Universidad: el puntaje máximo son 1.000 puntos, a la gran mayoría de las carreras universitarias se ingresa con 550 puntos, pero en Medicina y Educación se exigen 800 puntos.

Claro que si pretendemos que los mejores estudiantes de hoy sean los maestros de mañana, sus remuneraciones deberían las más atractivas.

Ha llegado la hora de enfrentar la realidad y de construir entre todos una nueva escuela para el siglo XXI: socialmente inclusiva y de calidad para todos, es decir, que asegure no solamente la inserción laboral en el desafiante mundo globalizado, sino también la igualdad de oportunidades sin distinción de clases.

Claro que esto es más fácil de decir que de hacer. El primer paso es un genuino acuerdo político, que incluya a quienes gobiernan hoy y a quienes gobernarán mañana, sumando a los educadores y a las familias.

Alieto Guadagni es ex secretario de Energía. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Gisela Lima es especialista en educación de la UB

 

Fuente: Clarin.com

Crédito de la foto: Tony Bosco

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