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Los chicos necesitan que reordenemos la escuela

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La escuela secundaria pasa un momento difícil, como nuestro jóvenes. Llegar a una institución con variedad de profesores, compañeros, aulas, preceptores, autoridades, y no poder construir un proyecto de sentido, un “para qué”, es una apuesta muy difícil para un joven.

Hace un tiempo me encontré con un joven alemán, que hacía una pasantía en Buenos Aires. Le pregunté qué le llamaba la atención de la escuela, y me dijo: “que no se entiende lo que se puede y lo que no se puede hacer”. Le pedí que me explicara a qué se refería y me dijo: “Cuando suena el timbre, ¿qué hay que hacer?” Le pregunté qué hacían los chicos y me dijo “algunos entran al aula, otros esperan que venga el profesor para entrar, otros siguen jugando y otros se van a lavar para entrar prolijos”. Y la profesora qué les dice, le pregunté. “No, nada” dijo.

Los chicos necesitan que reordenemos la institución, no sumar más actores, sino que los existentes tengan más tiempo con ellos. Es muy difícil que estudien semejante cantidad de materias y profesores, necesitan menos, estar más concentrados en ellos, no solamente en el aprendizaje.

Los viejos preceptores pasaban las faltas y eran auxiliares administrativos, hoy están más cerca de los chicos, pero no tienen poder para ayudarlos. Necesitamos revalorizarlos, que reciban a los chicos, que los presenten al resto de la institución y los hagan sentir en un proyecto.

Los profesores necesitan orden, volver a disfrutar del aula, poder ocuparse de todos, también de los que tienen más dificultades, ayudarlos, construir estrategias con ellos, con el preceptor, con sus padres. Pero para eso necesitan ser respetados, escuchados, seguidos en los caminos que proponen.

Mientras pensamos la escuela, acompañemos a los chicos, hagámosles más fácil, más claro y más ordenado el camino. Pensemos modos de ayudarlos a abordar las materias, que les generen más placer.

Que sea un lugar para aprender lo básico y lo diferente. En principio, garantizar que todos lean fluidamente, comprendan, escriban textos claros, dirigidos, que comuniquen. Que en matemática puedan resolver problemas, entender el mundo en términos matemáticos. Y que crean en ellos mismos, que levanten la cara cuando hablan, que defiendan sus ideas, que crean en ellas.

Después, que puedan crear, innovar, pensar ideas distintas, pero que manejen las básicas. Una escuela que les devuelva el placer de lo que todos saben, y las habilidad para lo distinto.

Y que a todos profesores les devuelva el placer de estar ahí, de sentirse respetados, actores del cambio.